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- el maestro de la vida y la muerte
Wednesday, May 8, 2013
SUS FIGURAS DE ALAMBRE SON COTIZADAS EN EL MERCADO INTERNACIONAL POR COLECCIONISTAS
Saulo Moreno, el artesano que da vida a la muerte
Su trabajo se incluye en el libro Cuarenta siglos de arte mexicano y en varias publicaciones del Fonart
"En algunas discusiones
del arte mexicano, el nombre de Saulo Moreno
aparece junto a los de Siqueiros, Orozco, Tamayo y Rivera".
Henry Hank Duckman. Biógrafo.
aparece junto a los de Siqueiros, Orozco, Tamayo y Rivera".
Henry Hank Duckman. Biógrafo.
OSCAR VILLEDA ESQUIVEL Corresponsal
Nadie imaginaría que teniendo por juguetes
alambres y retazos de madera, éstos marcarían el destino
de un niño, un infante que recorría por la década
de los 40 los grandes mercados del Distrito Federal, como San Juan de
Letrán, la Merced o Melchor Ocampo, en la colonia Roma, los cuales
significaron un segundo hogar para él y que años más
tarde darían el tema principal para su obra. Vestido humildemente
y frente a una Jarcería, Saulo Moreno Hernández observaba
fijamente por horas títeres de trapo, figuras de barro, carritos
de plomo y madera que eran colocados entre lazos, reatas, cinchos para
montura, escobas y mecates, elementos que formaban parte de su distracción
cuando visitaba a su tía.
La
historia de quien hoy es uno de los "grandes artesanos mexicanos", quien
se ha negado a ser llamado artista (porque en ello recae una gran responsabilidad
y una limitante para su obra), se inicia con la separación de sus
padres y la permanencia con su figura paterna. Desde niño, Saulo
vagaba de un lugar a otro y, sin saber cómo, empezó a recolectar
alambres y madera por simple afición. "Parecía pepenador",
comenta, y ríe sin parar. Él se acercaba a las carpinterías
de la zona aguardando el momento para pedir pequeños retazos que
ya no utilizara el carpintero, los tomaba y trasladaba a su hogar y ahí
armaba lo primero que se le ocurría, auxiliándose con alambre
para instalaciones de luz, a fin de crear pequeñas estructuras
que se materializaban luego de la imaginación, "aunque no siempre
quedaban como quería" (sonríe).
En ese entonces Saulo tenía entre 12
y 13 años de edad, y comenta: "yo siempre fui chalán de
mi padre, él era taxista y en algún tiempo adquirió
herramientas de carpintería, y aunque él comenzaba alguna
chambita (mesas o sillas) yo terminaba el trabajo, mi padre en realidad
no tenía iniciativa y a mí me gustaba lo que hacía".
Fue un muchacho que nació en la colonia
Doctores, alegre, dicharachero, amiguero pero que cargaba con una reputación
de peleonero en la primaria Benito Juárez, una de las escuelas
más grandes del Distrito Federal, donde casualmente estudiaban
también los hijos del cómico Chilinski y el mismo
José Luis Cuevas (pintor), a quien califica como "un niño
popis", y en varias entrevistas ha dicho que esa escuela era una institución
con muchos barbajanes y "yo era uno de ellos", (Saulo se carcajea); además
añade que "era un colegio donde se separaba a los varones de las
mujeres y en el cual me peleaba hasta tres veces por día, pero
la mayoría de las ocasiones me aventaba un tiro porque me picaban
mis compañeros: 'chale, Saulo dice que pelea mejor que tú',
y pues yo no me dejaba y después llegaba a casa y me encerraba
a trabajar por horas en mis figuras, porque era una terapia ocupacional,
no me aburría ni me fastidiaba".
Una vez concluida la educación primaria,
aquel joven no continuó con la secundaria, simplemente decidió
acudir a la Escuela Nacional de Artes Plásticas por voluntad propia,
"nadie me obligaba, y ahí aprendí dibujo al natural, artístico
y algo de publicitario, del cual posteriormente echaría mano".
En San Carlos, el muchacho, como varios más,
llegaría con la idea de "comerse los colores" y lograr grandes
sueños, pero la monotonía de la academia y la carencia del
dinero obligaron al estudiante a abandonar la instrucción.
Lejos ya de sus ilusiones, se dedicó
a la pinta de fachadas durante casi cuatro años, así como
a realizar rótulos en gran parte de la República Mexicana,
principalmente hacia el norte, donde fue víctima de las inclemencias
del tiempo, que lastimaron su ojos, además de que sufrió
algunos malos tratos, razón por la cual decidió alejarse
de esas pesadas giras y buscar un trabajo en el que se sintiera a gusto.
De manera inesperada, recordó la facilidad para crear piezas con
retazos de materiales y así comienza la materialización
de sus ilusiones.
Sin embargo, la tarea no iba a ser nada fácil.
¿Quién y en cuánto compraría el trabajo? Fue
un inicio muy duro, donde las ventas no daban lo que se esperaba, buscaba
compradores entre las tiendas de artesanías del centro del país,
donde se desmoronaron algunas ilusiones, pero no la voluntad ni la esperanza
de conseguir clientes; aunque en el camino las críticas eran implacables,
resultaban inferiores a las emitidas por el mismo artesano respecto de
su obra.
"Sus esqueletos son probablemente los pedazos
gesticulares más expresivos de arte popular mexicano encontrado.
Él puede crear una gama asombrosa de la expresión con un
mínimo de detalle", señala el libro Las manos mágicas,
folclor y algo más.
¿Por qué se aferra a sus calaveras?,
pregunté, y Saulo respondió: "chido, ya hasta a mí
se me olvidó cómo inicié. Lo cierto es que desde
pequeño esa imagen me ha acompañado, uno no puede hacer
a un lado lo que es parte de sí, es una dama que tiene su historia,
y aunque a mí me gusta llamarla calaverita, nuestra relación
es estrecha, inclusive algunos han comparado mi trabajo con el del maestro
Posada y su obra más conocida: La Catrina; sin embargo,
nunca he copiado su trabajo aunque él es para mí un maestro
espiritual".
De manera melancólica emite un suspiro
y retoma su ánimo jovial. "¿Sabes?, ha habido ocasiones en
que no he obtenido ni siquiera lo invertido en el material, pero eso no
me detiene, porque mi trabajo da placer a otros y eso me hace feliz".
Las batallas continuaron sin cambio alguno
durante varios años, hasta que por fin un día los frutos
de aquella perseverancia se vislumbraban. En el Museo Nacional de Artes
e Industrias conoció a María Teresa Pomar Aguilar (investigadora
y promotora de las artes populares), a quien le llevó parte del
material realizado para su venta. "Nunca imaginé que ella estaría
ligada estrechamente a mi obra, y pues yo contaba con el favor de su simpatía
y aprecio, la admiraba y sentía como si fuera parte de mi familia,
y de ahí me fue conociendo más gente y entré al Fondo
Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart)".
Las obras de Saulo fueron reconocidas de inmediato
y la gente comenzó a interesarse en su trabajo, tan es así
que parte de este material llegó a la colección del pintor
Diego Rivera, principalmente las calaveras y algunos diablitos, aunque
nunca se le dio el reconocimiento porque el artesano no etiquetaba su
trabajo.
El maestro Moreno cuenta que "la imaginación
es inherente a todo ser humano, es algo con lo que ya naces, pero otra
cosa es la habilidad manual, ésta se tiene que perfeccionar, y
luego de algunos años ya me era exigido firmar mis trabajos, aunque
yo pensaba que eso era simplemente venalidad (ríe)".
De nueva cuenta, la maestra Teresa Pomar fue
fundamental en el destino de Saulo, ella lo invitó a participar
en una serie de talleres-conferencia de arte popular en el estado de Colima,
en 1983, y para desquitar el viaje tocó su turno para exponer La
artesanía es un apostolado que debe difundirse, en razón
de que muchos artistas o artesanos mueren sin heredar el conocimiento.
Yo creo en esto, dice, y añade: "¿qué cree?, que me
manda Teresita a dar clases-taller a un municipio mazahua en el estado
de México, aquí cerca de Zitácuaro, aunque, a decir
verdad, muchos funcionarios mexiquenses pensaron en este proyecto como
un medio para explotar a los artesanos, por lo que sólo duré
un año y me regresé a la ciudad de México, pues no
estaba dispuesto a formar parte de ello".
Y continúa: "cuando me pidieron mi
renuncia me invitaron a Toluca para que la firmara; cuando entré
a la habitación, la autoridad, resguardada por dos guaruras que
estaban cuidándome; créame, una escena digna de los churros
de Juan Orol; y entonces me entregaron un papel en blanco pidiendo que
lo firmara y que luego ellos lo llenaban, y que me paro y nada firme,
pues dónde se ve eso (Saulo no pudo contenerse y comienza a carcajearse)".
Aunque la vocación de profesor no terminó ahí, posteriormente,
y por encomienda de Teresa Pomar, Saulo fue enviado a laborar a Tlalpujahua,
siendo gobernador el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
A la par de su trabajo educativo, Saulo continuó
creando obras: monstruos imaginarios y juguetones, gallos, calaveritas
y máscaras; su técnica consiste en construir las obras con
armazones de alambre, iniciando con el cuerpo para después crear
las patitas, manos y cabeza; las piezas son unidas con torcidos tanto
en cada extremidad como en sus bases; una vez completa la figura, ésta
se forra con papel mache y pegamento, para finalmente llenar de vida a
las figuras con colores llamativos.
"Saulo Moreno es un erudito, un verdadero
genio artístico, pero sobre todo excéntrico", dice el artista
Deb Hall.
Con una producción continua y valorada
más a nivel internacional, Saulo "el artesano" ha viajado a Canadá,
Inglaterra y Japón, en este último como invitado especial
del Congreso Mundial de Artesanía. Pese a que la fama es buena,
él simplemente busca vender para satisfacer las necesidades de
su familia, con la cual se compromete al máximo, pues no quiere
que se repita una historia de sufrimiento como la que vivió en
su niñez, pues es "un artesano al que no le interesa ser reconocido
para que no lo inviten a fiestas".
No obstante, su fama es sumamente relevante,
ya que sus piezas se exhiben en museos internacionales; de igual forma,
es buscado por coleccionistas, investigadores y periodistas; ha sido motivo
de diversos artículos, algunos de ellos publicados en los libros
40 siglos de arte mexicano y Los artesanos nos dijeron,
publicado por Fonart.
Su obra ha sido adquirida por coleccionistas
extranjeros en un 95 por ciento y el resto a nivel nacional, cuyas obras
tienen un costo de entre 500 y 15 mil pesos, aunque, a decir suyo, "aún
cobra como artesano, pero si cobrara como artista, siento que robaría".
A sus casi 73 años, la jovialidad no se ha perdido, y mucho menos
la maestría para realizar sus apreciadas calaveritas.
Este artesano no ha dejado de ser chilango
pese a tener ya 22 años viviendo en Tlalpujahua, y al respecto
indica: "lo chilango lo llevo en la sangre y uno no puede negar la cruz
de su parroquia". Respecto de la enseñanza del arte a sus hijos,
Saulo enfatizó: "yo no quiero influir en la decisión de
ellos, pues cada quien debe seguir su propio camino".
Casi al término de la entrevista la
lluvia cayó sobre nosotros, por lo que nos refugiamos bajo un techo,
donde animosamente expuso: "la neta mi sueño es realizar un cortometraje
de calaveras, pues soy un ferviente cinéfilo y tal vez con la nueva
tecnología y un buen guión esto no sería tan difícil
ni caro, ¿no lo crees?".http://archivo.lajornadamichoacan.com.mx/2006/02/09/24n1con.html